domingo, 6 de julio de 2014

夏有 (かおり)

Amé a una chica cálida como el verano.
De piel morena como el horizonte al atardecer y ojos tranquilos como la luna ilusoria en el agua al anochecer.
De besos frescos como la brisa que trae alivio al agobio de cada día.
De abrazos largos y cálidos como el sol que atraviesa el cielo sin prisa y sin tiempo.
De llanto sincero y emotivo como la lluvia que se llega cargada de recuerdos y fluye en ríos de llenos de sentimiento.
De sonrisa espontánea como el rayo, que llega de repente para iluminarlo todo, anunciando la tormenta veraniega que viene a limpiar las penas y las tristezas para despertar un mundo más brillante lleno de vida y color.
Que ha llenado mi vida con noches serenas y despertares tardíos, de tardes alegres, de palabras nunca dichas, de silencios largos nunca sanos.
Que así como el verano, ha llegado a dar abundancia y se ha ido dejando vientos fríos, espacios calmos, nubes grises. Y si todo se va que no se vaya el recuerdo, que haya durado el verano mil días y que permanezca en nuestra alma mil años pero que no se olvide nunca la alegría y que no se pierda nunca la felicidad que nos trajo.

viernes, 4 de julio de 2014

Café frío

Estamos otra vez sentados para el desayuno como cada mañana, o eso que llamas desayuno que no es sino taza de café frío porque hace mucho que no toleras nada más fuerte antes de mediodía. Afuera llueve, pero tú de nuevo llegaste desnudo a la mesa con el argumento de que tienes calor, ¿es que ya no sientes pena de que te miren así? Hace mucho pasaron tus mejores años y parece que cada vez te importa menos la mala pinta que tienes ¿por qué habría de importarte? si ya nadie nos visita y jamás tuviste recato alguno conmigo. Después de tantos años te miro ahora y te odio, te odio porque nunca me dejaste ser libre, siempre me obligabas a dormir aún si no quería, te disgustabas si comía en exceso o si la comida no era de tu agrado, me hacías sentir mal cada vez que cometía un error, fue por tu culpa y por tu extraña manía de molestarme al verla que jamás pude salir con aquella persona que tanto me gustaba cuando era apenas un adolescente. Tantas veces no me dejaste salir con mis amigos porque te sentías enfermo, en incluso te atreviste a obligarme a faltar a la graduación de mi hija porque querías que te cuidara ¿es que no entendías lo importantes que eran esas cosas para mí? Y de nuevo estas en silencio, con la mirada perdida, como desde tanto tiempo, desde que nos quedamos solos. Nunca me hablaste directamente, eras todo gestos, señas y malos modos para decir las cosas ¿tanto te hubiera costado una palabra para saber lo que querías o lo que te pasaba? Pero, aún así, siempre supiste darme tu mensaje, más tarde o más temprano, al final siempre sabía lo que me querías decir. Incluso ahora, con tu taza de café en la mano como cada mañana, entiendo lo que desde hace tiempo me quisiste decir “estoy cansado, debes irte”. No me sorprende, yo también sabía que llegaría el momento en que te cansaras de mí en que yo fuera para ti solo una carga muy pesada para llevar a cuestas. Quédate ahí y púdrete en tu soledad entonces. Me invade a partes iguales la furia y la impotencia que me causa verte así, porque soy incapaz de reclamarte sabiendo que por cada cosa que me quitabas había diez aún mejores que me regalabas cada día, me dejaste andar por el mundo, aguantaste paciente mente mis desveladas y noches de fiesta, siempre al pendiente de reclamarme al día siguiente para que no lo hiciera de nuevo y aun así me permitías hacerlo de nuevo hasta que yo mismo lo dejé. Me ayudaste a ganar mis peleas y a conquistar mis amoríos. Y después de una vida juntos, después acompañarnos en las más profundas tristezas y las más brillantes alegrías, en el amor y ahora en la soledad, así tenía que acabar, en el desayuno con una taza de café. No tengo un gran discurso que darte, ni siquiera lágrimas sinceras para regalarte, todas te has quedado y sé que tampoco has de regalarme alguna cuando me vaya ¿tanto así me odias? ¿Sientes algo al menos ahora que me voy? Yo sé que no. Adiós, fuiste mi mejor amigo, mi peor enemigo y ahora eres solo un recuerdo de mi para otros. Saldré entonces para dirigirme a mi nuevo amanecer, quizás a una nueva vida o quizás a un vacío eterno del que no he de regresar, nadie lo sabe, pero me entristece pensar que tú jamás podrás acompañarme a conocer la respuesta y tu destino es pudrirte, ahí, con tu taza de café frío.